Bailar.
Esa era la palabra clave. Parecía sencillo. Yo podía hacerlo. Solo que estaba bastante segura de que tenía dos pies izquierdos y si intentaba bailar con alguien probablemente lo pisaría sin piedad hasta la muerte.
Pero era la única opción que tenia para que mi amor platónico de toda la vida se fijara en mi. Tenia que hacer algo.
Así que hice lo único que se me ocurrió.
Le pedí a alguien que me enseñara a bailar.
Pero no había considerado que mi profesor de danza se metería bajo mi piel y me haría comenzar a olvidar porque estaba haciendo todo eso en primer lugar.
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