Frase de la semana

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miércoles, 27 de febrero de 2013

Teaser Princesa mecanica - Will y Cecily

Cassandra Clare ha publicado como adelanto la escena completa de Will y Cecily en la que están hablando en el capítulo 1 de Los Orígenes: Princesa Mecánica. No es la versión final del libro, ya que Cassie no la tiene, y puede no coincidir 100% con la version real.



"Escríbeles, Will," dijo Cecily Herondale. "Por favor. Solo una carta."

Will puso su pelo empapado de sudor y la miró. "Pon tus pies en posición," fue todo lo que dijo. Apuntó, con la punta de su daga. "Aquí, y aquí."

Cecily suspiró, y movió sus pies. Sabía que estaba fuera de posición; lo hizo intencionadamente, para fastidiar a Will. Era fácil hacer enfadar a su hermano. Solo eso recordaba sobre él de cuando tenía doce años. Incluso retándole a hacer cualquier cosa, incluso escalar la azotea tan empinada de su mansión, había resultado lo mismo: una flama azul de enfado en sus ojos, una mandíbula dura, y a veces Will con una pierna rota o un brazo al final.

Por supuesto este hermano, el Will casi adulto, no era el hermano que recordaba de su infancia. Había crecido más explosivo y retirado. Tenía toda la belleza de su madre, y toda la terquedad de su padre - y, ella temía, su propensidad a los vicios, aunque había supuesto por solo susurros entre los habitantes del Instituto.

"Alza tu cuchillo," dijo Will. Su voz era fría y profesional como su institutriz.

Cecily lo subió. Le había tomado un tiempo acostumbrarse al sentimiento del traje de batalla contra su piel: la túnica amplia y los pantalones, el cinturón alrededor de sus caderas. Ahora se movía cómodamente como si siempre se hubiera movido en ropa de cama ancha. "No entiendo por qué no consideras escribirles una carta. Una sola carta."

"No entiendo por qué no consideras volver a casa," dijo Will. "No estás hecha para cosas de Cazadores de Sombras, Cecy; solo viniste aquí para convencerme de ir a casa contigo, cosa que no haré. Si accedieras a volver a casa tú sola, podrías parar de preocuparte por nuestros padres y yo podría arreglar -"

Cecily le interrumpió, habiendo oído este discurso cientos de veces. "¿Considerarías una apuesta, Will?"

Cecily estaba tanto complacida como un poco decepcionada al ver el brillo en los ojos de Will, justo de la manera en que su padre siempre hacía cuando otro hombre le sugería apostar. Los hombres eran tan fáciles de predecir, pensó.

"¿Qué tipo de apuesta Cecily?" Will dio un paso más cerca; usaba el traje de batalla; Cecily podría ver las marcas que teñían su pecho, la runa de memoria en su cuello. Había necesitado un tiempo para ver las marcas como algo más que desfiguraban a su hermano, pero ahora se había acostumbrado a ellas - así como se había acostumbrado al traje de batalla, al gran echo de las paredes del Instituto, y a sus habitantes peculiares. Apuntó a la pared frente a ellos. Un objetivo antiguo había sido pintado en la pared en negro: un punto negro dentro de un gran círculo. "Si doy en el centro de eso tres veces, tienes que escribir una carta a Pa y Ma y decirles cómo estás. Tienes que explicarles lo de la maldición y por qué te fuiste."

La cara de Will se cerró como una puerta, la manera en la que siempre lo hacía cuando ella le pedía esas cosas. Pero, "Nunca vas a darle tres veces sin fallar, Cecy."

"Bueno, entonces no debería ser una gran preocupación para hacer la puesta, William." Usó todo su nombre a propósito y de manera fría; sabía que le molestaba, viniendo de ella, aunque cuando su mejor amigo - no, su parabatai, había aprendido desde que llegó al Instituto que eran cosas bastante diferentes - Jem lo hacía, él parecía que lo tomaba como un término de afecto. Posiblemente era porque todavía tenía recuerdos de ella dando tumbos detrás de él con piernas gorditas, llamándole Will, Will, en un galés sin aliento. Nunca le había llamado William, siempre solo Will o su nombre en galés, Gwilym.

Sus ojos se cerraron, esos ojos oscuros del mismo color que los de ella. Cuando su madre había dicho con afecto que Will podría ser un rompecorazones cuando creciera, Cecily siempre la había mirado dubitativamente. Will, le parecía a Cecily, era todo brazos y piernas, delgado y despeinado y siempre sucio. Podría verlo ahora, aunque lo había visto la primera vez que había entrado en el comedor del Instituto y se había quedado perpleja, y había pensado: Ese no puede ser Will.

Había girado esos ojos hacia ella, los ojos de su madre, y había visto la rabia en ellos. No se había alegrado de verla, en absoluto. Y en dónde había estado el chico delgado con una gran mata de pelo negro como un gitano y manchas en su ropa que tenía en la memoria, había un hombre alto y amenazador en su lugar. Las palabras que había querido decir se disolvieron en su lengua y solo le había encontrado, ojo por ojo. Y así había sido desde entonces, Will apenas soportando su presencia como su fuera una piedra en su zapato, una molestia continua.

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Ally Carter