Bajó tanto la voz, que Tessa no estaba segura de si lo que dijo a
continuación fue real o parte de la oscuridad del sueño elevándose para
reclamarla, a pesar de que luchó contra ella—. Nunca me importó —añadió—.
Estar perdido. Siempre he pensado que uno no podría estar realmente perdido,
si conoce su propio corazón. Pero me temo que puedo estar perdido sin conocer
el tuyo. —Cerró los ojos como si tuviera los huesos cansados, y vio cómo de
delgados eran sus párpados, como papel de pergamino, y lo cansado que
parecía—. Wo ai ni, Tessa —susurró—. Wo bu xiang shi qu ni.
Ella sabía, sin saber cómo lo sabía, lo que significaban esas palabras.
Te amo.
Y no quiero perderte.
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